lunes, 1 de febrero de 2016

Sermón por el octavo aniversario de la muerte de San León XIV

Queridos hermanos,

Hoy se cumplen ocho años de la partida a la Gloria Eterna de San León XIV. Hoy es un día de gran congoja para todos los que acompañamos a Su Santidad, de Venerable y Gloriosa Memoria en aquellos años enlos que, primero como hermano lego, luego como sacerdote y obispo luchó por la unidad de la Iglesia. Finalmente, fue elevado al Sumo Pontificado terminando con la vacancia que se prolongó desde la muerte de San Pío XII.

Hoy recordamos al Papa San León XIV. Estamos aquí, reunidos el Sínodo de Mar del Plata. Pensamos ¿Qué hubiera hecho él de no haber partido a los brazos de Dios? ¿Qué decisiones hubiera tomado? ¿Cómo habría podido enfrentar a los peligros que se cernían sobre la Iglesia Católica Remanente en un momento tan particular?

El cisma, la amenaza de un desgarramiento terrible y mayor era evidente. ¿Recuerdan el Concilio de Moreno, cuando sin ninguna autorización, hombres malignos se apoderaron de él y empezaron a promulgar, sin autorización del Santo Padre, enfermo y convaleciente, documentos y documentos?
Dios no permitió que León XIV con su fragil salud tuviera que ver ni vivir aquí, en este mundo, los terribles males que se cernían sobre la Iglesia, por eso lo llevó. León cumplió su misión: ser el primer Papa luego de décadas, ordenar sacerdotes, consagrar obispos, crear cardenales. Preparó el camino para lo que estamos viviendo hoy.

Sabemos y sabemos muy bien, mis queridos hermanos, hoy todos congregados en este sínodo, que él Intercede por Nosotros y por la Iglesia Católica Remanente. Seamos dignos continuadores de su legado.


¡Ave María Purísima!